Tabla de Contenidos
Origen y Propósito
La pintura colonial nació como resultado del proceso de evangelización que acompañó a la conquista de América por el imperio español a partir del siglo XVI. Su origen está ligado a la Iglesia Católica, que utilizó el arte como herramienta para difundir la fe y valores cristianos entre las poblaciones indígenas y los esclavos africanos. Las imágenes se convirtieron en un medio de comunicación educativo y simbólico para la transmisión de los valores de la Iglesia a una población mayoritariamente analfabeta. Por estos motivos, la temática religiosa es la predominante dentro de la pintura colonial.
Durante los primeros años de la conquista de América, la mayoría de los artistas eran frailes y seguían patrones claros y establecidos en sus creaciones artísticas. Con el paso del tiempo se fueron sumando artesanos indígenas y mestizos que aprendieron las técnicas europeas de pintura al óleo en talleres vinculados a conventos y misiones religiosas. Posteriormente surgieron talleres locales que mezclaban las técnicas y representaciones europeas con referencias indígenas del «Nuevo Mundo». La unión entre culturas desemboca en una expresión donde lo europeo y lo americano se fundieron; transformándose mutuamente. De esta mezcla nacerá una de las expresiones culturales más ricas y representativas de la identidad iberoamericana: la pintura colonial.
Características generales
La pintura colonial iberoamericana se distingue por una serie de rasgos que reflejan su origen como mezcla entre 3 culturas: el arte europeo, indígena y africano. Estás características dotan al arte colonial de un estilo único cargado de simbolismo y propósito.
Como decíamos con anterioridad, la mayor parte de la pintura colonial tuvo un propósito evangelizador; por esto la temática mayoritaria es la religiosa y devocional. La producción artística estaba dominada por cuadros de la Virgen, Cristo, Santos, escenas bíblicas, etc. Los soportes más utilizados fueron el lienzo y el cobre.
Estas representaciones no se concebían como meras obras decorativas, estaban cargadas de simbología y tenían el claro propósito de transmitir el mensaje del cristianismo a la nueva población. Se empleo la pintura como medio para superar la barrera linguísitica entre la población indígena con el fin de evangelizarla.
Uno de los aspectos más fascinantes del arte colonial es la mezcla del arte europeo que predominaba en el viejo conteninente con el mestizaje del arte indígena y africano. La principial influencia vino del arte europeo, principalmente del arte español, además del italiano y flamenco. Los nuevos autores mestizos emplearon los modelos iconográficos europeos y los dotaron de elementos típicos del pueblo indígena como el uso de colores intensos, la representación plantas y animales autóctonos, montañas, etc.
El color desempeñó un papel fundamente en la nueva pintura colonial. Las obras se caraterizaban por un uso muy rico de colores llamativos y vistosos, conectando el gusto barroco europeo y el gusto por los tonos intensos y contrastes luminosos del pueblo indígena. La influencia africana puede verse reflejada en la representación de rostros y figuras de piel negra dentro de escenas religiosas y en la incorporación de motivos geométricos típicos del arte africano.
La escuela Cuzqueña
La escuela Cuzqueña es una de las mas importantes dentro del periodo colonial. Nacida en el siglo XVII en la ciudad de Cusco (Perú), fue el resultado directo de la convergencia entre las tendencias artísticas europeas traídas por los españolas y las nuevas tendencias creadas por los pintores mestizos.
La escuela cuzqueña tiene sus orígenes en el siglo XVI cuando se inicia la creación de la la catedral de Cusco. Con la creación de la cateral llegaron órdenes religiosas, princiaplemente franciscanos, jesuitas y dominicos, que fundaron distintos talleres de pintura. En concreto 2 jesuitas italinos, Bernardo Britti y Angelino Medoro, trajeron consigo las corrientes de moda que se daban en Europa; el manerismo y fueron los encargados de las primeras creaciones artísticas de la ciudad.
Con el paso del tiempo, en el Siglo XVII aparecieron una nueva generación de pintores nacidos en Cusco que plantearon un estilo propio, alejándose de las directrices europeas y creando una pintura más decorativa, vistosa y expresiva. A finales del siglo XVII podemos hablar del nacimiento de la pintura cuzqueña como una corriente artística propia.
La pintura cuzqueña se caracteríza por un uso abundante del dorado, sobretodo en las vestimentas. Se emplean colores brillantes, intensos y con mucho contraste. Las figuras suelen ser rígidas, sin mucha expresión y presentadas de forma frontal. Las representaciones son planas, sin mucho enfásis en la perspectiva pero con gran enfoque en la ornamentación, vestimentas y pequeños detalles.
La iconografía religiosa europea se funde con elementos clásicos andinos. Aparecen escenas bíblicas con fondos de montañas andinas, las vestimentas europeas se inspiran en vestimentas incas o aparecen ángeles arcabuceros.
Durante los siglos XVII y XVIII la pintura Cuzqueña fue la referente en las nuevas colonias, alcanzado una amplia difusión por todo el continente. Sus talleres fueron más allá del Virreinato de Perú, extendiéndose a Bolivia, Chile y el norte de Argentina.
La mayoría de las pinturas cuzqueñas fueron creadas de forma anónima aunque conocemos algunos autores como: Basilio Santa Cruz, Marcos Rivera, Antonio Sinchi Roca, Juan Quispe Huamán o Diego Cusi Guaman.
La escuela Quiteña
La escuela quiteña fue una de las más refinadas expresiones del arte colonial en América, tanto es así que alcanzó un gran prestigio y admiración entre las cortes europeas. Esta escuela es proveniente de la ciudad de Quito (Ecuador). Con la creación en la ciudad de una escuela formal de artes llamada San Juan Evangelista (1552); indígenas, mestizos y criollos empezaron a interesarse por la pintura como medio de expresión.
La pintura de la Escuela Quiteña se distingue por el naturalismo y la armonía en las composiciones, fiel reflejo de la influencia italiana y flamenca. Se usan tonalidades de colores más sutiles que los de la escuela cuzqueña, predominando una paleta de colores equilibrada y no tan llamativa. Una técnica característica es el estofado sobre las pieles de los personajes. Además, se le da más importancia a la perspectiva y el realismo.
Al igual que en el resto de escuela coloniales, la temática predominante es la religiosa. Sin embargo, los artistas quiteños dieron a sus obras un aire más humano y emotivo, alejándose así de las tendencias europeas. Un claro ejemplo son las vírgenes quiteñas, caracterizadas por sus rostros dulces y melancólicos.
Los principales exponentes de la pintura cuzqueña son Miguel de Santiago y Bernardo de Legarda. Además, hay que sumarles otros reconocidos artistas como: Fray Pedro Gosseal, Andrés Sanchez Gallque, Isabel de Santiago, Nicolás Javier Goríbar o José Cortés Alcocer.
La escuela Novohispana
La escuela de Nueva España se desarrolló principalmente en el territorio actual de México. Esta escuela es una de las más dinámicas y diversas del arte colonial, reflejando la riqueza cultural del virreinato más grande y poblado del Imperio Español en el continente americano. La escuela novohispana tiene su origen en la escuela de Artes y Oficios fundada por Fray Pedro de Gante en el siglo XVI. Las primeras obras de la escuela de Nueva España fueron producidas de la mano de pintores europeos que llegaron al nuevo virreinato, el cual necesitaba de una gran producción artística para cubrir catedrales e iglesias. Entre algunos de estos pintores europeos que se asentaron en el nuevo virreinato se encontraban Juan de Illescas, Simon Pereyns, Andrés de la Concha o Luis Lagarto.
El Barroco fue uno de los estilos que más influyeron en la nueva pintura novohispana, en concreto el empleo del claroscuro del barroco italiano. Obras de Francisco Zurbarán o Caravaggio fueron la fuente de inspiración para la nueva generación de pintores autóctonos.
La pintura novohispana se caracteriza por el dramatismo visual, el uso del claroscuro y una paleta de colores muy variada. Los artistas novohispano realizaban sus obras con un gran enfoque en los efectos de luz, dotaban a los personajes de gran expresividad en sus rostros y se centraban en crear dinamismo y movimiento en sus obras. Al igual que en el restos de escuelas coloniales, la representación estaba cargada de elementos locales como paisajes o arquitectura indígena.
Uno de los aspectos más singulares de la pintura novohispana fueron las llamadas pinturas de castas, un género pictórico donde se representaban las mezclas raciales entre españoles, indígenas y africanos.
Algunos artistas de la escuela de Nueva España fueron Miguel Cabrera, Luis de Mena, Juan Correa, Cristóbal de Villalpando, José de Ibarra o Juan Rodríguez Juarez.
La Virgen de Guadalupe
Merece especial mención la aparición de representaciones de la Virgen de Guadalupe. A diferencia de otras obras devocionales marianas que venían importadas desde Europa. La virgen guadalupana nació en el propio territorio de Nueva España, convirtiéndose en uno de los símbolos propios de la pintura colonial iberoamericana.
Su origen se remonta al año 1531 cuando el indígena Juan Diego de Cuauhtlatoatzin, se dirigía a sus clases de catecismo. De pronto una voz suave lo llamó por su nombre, al alzar la vista pudo observar la figura de una mujer resplandeciente, cuya figura irradiaba una luz similar a la del sol. Esta mujer se presentó como la Virgen y le pidió a Juan Diego que creara un templo.
La iconografía guadalupana es una mezcla clara de los elementos cristianos e indígenas, convirtiéndose en un signo de identidad, como madre divina y propia de los pueblos de la nueva colonia. La figura aparece de pie sobre una luna creciente, envuelta en un manto azul verdoso tachonado de estrellas y con un aurea de rayos dorados que la rodeo. Su rostro es sereno y con claros rasgos mestizos (ojos y tez), su postura es frontal con las manos juntas en actitud de oración transmitiendo una espiritualidad cercana y magistral. La Virgen de Guadalupe en algunos casos suele ir acompañada por escenas a modo de viñetas representadas en la parte exterior de la representación (hechos milagrosos, santos, apariciones, representaciones de nativos, etc)
En el ámbito artístico, la imagen guadalupana inspiró innumerables copias y recreaciones a lo largo del virreinato, realizadas tanto por pintores indígenas como criollos. Muchas de estas obras llegaron a España a través de barcos mercantes que unían las nuevas colonias con los puertos de Sevilla y Cádiz.
El mercado de los cuadros coloniales
En los últimos años, las obras de pintura colonial iberoamericana han experimentado un notorio auge en el mercado del arte y antigüedades, impulsado por el creciente interés de coleccionistas y museos latinoamericanos que buscan recuperar su patrimonio cultural. Este fenómeno responde a una tendencia más amplia: el redescubrimiento del arte virreinal como expresión de identidad y de memoria histórica del continente.
Los cuadros de origen colonial, especialmente los procedentes de las escuelas de Cuzco, Quito y Nueva España, han alcanzado cotizaciones elevadas en ferias y subastas internacionales. Las piezas de buena conservación, con representaciones originales o con marcos originales pueden alcanzar cifras de remate muy superiores, dependiendo de su escuela, temática, técnica y estado de preservación. Las representaciones de vírgenes —en especial la Virgen de Guadalupe, la Virgen del Carmen o la Inmaculada Concepción—, así como los retratos de santos y arcángeles, figuran entre las más demandadas.
Este renovado interés se debe también al encanto visual y singularidad de la pintura colonial: su mezcla de influencias europeas y americanas, su brillo decorativo y su fuerte carga espiritual hacen que estas obras resulten especialmente atractivas en el mercado contemporáneo, tanto para colecciones privadas como para espacios institucionales como museos o galerías.
Además, el hecho de que muchas de estas pinturas hayan permanecido durante siglos en iglesias, conventos o colecciones privadas; lejos del circuito comercial, otorga un aura de rareza y autenticidad que incrementa su valor. En la actualidad, galerías especializadas y casas de subastas de ciudades como México, Lima, Madrid o Miami han comenzado a posicionar la pintura colonial como un segmento en alza dentro del arte latinoamericano antiguo.
